martes, 1 de diciembre de 2015

Ocaso
(Último rito para Genoveba Farineli)
I
Treinta años que sucedió,
el padre bosque habló.
Susurro en el aire impregnado con su nombre.
Era muy temprano, o de noche.
Sin nubes la mente se aclaraba, entonces visite si tumba.

 II 
Tiemblan las plantas donde su memoria yacía, hechas lumbre, infierno en cada paso.

Pero el fuego no parecía quemarle, sólo era la distancia; la que la hizo una vez mujer.

 III

Yo la vi partir, la vi marcharse en los brazos del futuro, sol, aplastando esperanzas, salvaje, señora de una noche.

 IV

Recuerdo que tenía que ser así, sólo fui pobre sin futuro o guía o enseñanzas o medida, límites o codicias. Dejo por lo tanto a esta alma mía.
Aprendí a decirle a Dios, adiós.

 V

Roma se incendia en Francia. Ahí estábamos contemplando los dos lados de la mountain noir. Testimonió natura de como nuestros siglos no pudieron salvarse ni con un beso, se transformaron; nuestras sonrisas en anochecer donde fuimos.

 VI

Dirás en tu lecho que sufro o bastardo por querer volar 600 días a tu noche, no soy suicida sino enfermo de amor.


 VII 

Aquí entonces se acaba nuestra canción, Genoveba de la mirada ardiente, ahora eres plantas y con mi rodilla al suelo, te digo este secreto, se que te cuidan como nunca pude haber hecho; soy serpiente, negra mariposa, alacrán.


VIII

Ten mis manos hechas tierra, golpes y comparaciones. Aquí en el ocaso de nuestros sueños juntos, te susurro estas rimas donde el abandono ya no existe, obsesivas de un mañana que ya no conocerás.

IX

¿Entonces Apolo dices que fue quien te llevo?
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