jueves, 31 de mayo de 2012

Batallas en el cielo


Batalla por el sol.

Chilmetztli itoch
(El conejo de la luna roja)
Se escuchaban las voces del camino, los elementos hablaban entre ellos, criticando al combatiente del firmamento.
Siempre fue un errante, nunca tuvo padre o madre, solo la travesía y el suelo como intimo, como su mejor amigo. ¿Y dirán que suerte de aquel mendigo?  No vale la tinta en estas palabras, ni el aliento concebido.
Sin embargo había algo que excitaba el alma, su razón mágica, a lo que él llamaba “Sus luchas”, batallas.
Comenzaban siempre a las 3 de la madrugada. Alguna vez tuvo alma y por esta sollozaba al vaivén de su desesperación reflejo de la historia donde había perdido la razón.
Afanosamente escondio su corazón en su bolso de cacería y se sentó  como siempre a las 3 de la madrugada, hora del mitote.
Se abrió el cielo noctambulo, con sus estrellas apagándose.La grieta se ensanchaba dejando ver humildes, voluptuosas  y femeninas sombras.
 Escapaban del mictlan, el aroma deseado,  y la justa edad de la violencia.
Hermosas flores negras, eran sus piernas, niña adictivamente deliciosa como cuando deseamos algo que no es ajeno, lejano.
La Cihuanahualli; de jade, seducía  hasta del más íntimo de los cabellos, con esos grandes ojos negros, linces fieros.
Tenía flechas  tatuadas en el pecho, la nocturna, provocando una mórbida curiosidad en el frivolidad de Itoch. Su mirada negra luna; que él le regalaba, era solo el brillo reproducido de los luceros que hallaba en cada explosión de su delicada anatomía.
El aparto sus manos de la geografía; necias sus manos, buscaban tierra, jamás fue hallada. Era ahora parte del universo y de cada línea delicada de su negro velo, tan suave como la piel de su fantasmal encuentro. 

 I
-Esta es la danza desinhibida-  
-Icnocuícatl-
Aseguraba la mujer antes dormida.
Había fuego en la montaña del alma de Itoch, los matices eran purpúreos.
-Este recuerdo, esta maldita narcosis-
Maldecía el guerrero de la ausencia, sin notar siquiera  que la Cihuanahualli  lo requebraba con dulzura para asesinarlo en la alborada.

II
¡Eras tu Chilmetztli itoch  Eras tú!
¡Adivino de lo pasado!,
¡Señor de lo pasado!
¡Conejo de la luna roja!
¿Te gustaría devorarme?
Preguntaba la oscuridad…
Hombre perdido, necio maldito. Acércate al lecho de mis brazos, yo te daré alivio en el calor de mis senos de buganvilias.
Ven; adéntrate en mis dunas
Ven; merodea entre mi cuerpo.
El, desarmado,se entregaba  esclav. Recorrió sin dudarlo cada espina clavada en la joven amada. Sumiso de todos esos pliegues, de las curiosas caricias que se guían por brujería, en cuerpos celestes e inciertos, al final todo era un sueño de muerte.
Dulce piel, él se decía, como durazno en su mente repetía,  en esa melodía de los besos, pero de amarga semilla.
Se inclinó ante ella, mientras flotaba su esencia, armonía, ya no existía la noche negra.
La poseyó como eclipse atacando su presa. Radiantes cuerpos celestes, rudos, necios de placer.
Ahogando su pasión en la paradoja de las coincidencias.
Debió despertarse, pero esa esquizofrenia lo deleitaba. Si el armonioso, vive, muere el profeta.

III
¡Dame paz señor, Oh señor Yahualli!
¡Átame! ¡Porque ella me hace sangre!
-Realmente se lo bebía desde la herida-
El sol a lo lejos mostraba en el horizonte su cara más zagal.
No pudo despertar, había sido envenenado por sus eróticas decisiones.
Sus ojos  buscaban paz en su nuevo espacio. Jamás escapara, será por siempre olvidado,
Con su último aliento vociferaba:
Xochitlalpan, Tetonalli, Mictlantli
Xochitlalpan, Tetonalli, Mictlantli
El gallo fulmino el alba, había sido derrotado en la batalla.

·Autor: Tochtli Lapin 

Jorge Reyes unos de los mejores exponentes de la Etnofusion. (muisca preshipanica)

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