Batalla por el sol.
Chilmetztli itoch
(El conejo de la luna roja)
Se escuchaban las
voces del camino, los elementos hablaban entre ellos, criticando al combatiente
del firmamento.
Siempre fue un
errante, nunca tuvo padre o madre, solo la travesía y el suelo como intimo,
como su mejor amigo. ¿Y dirán que suerte de aquel mendigo? No vale la tinta en estas palabras, ni el
aliento concebido.
Sin embargo había
algo que excitaba el alma, su razón mágica, a lo que él llamaba “Sus luchas”,
batallas.
Comenzaban
siempre a las 3 de la madrugada. Alguna vez tuvo alma y por esta sollozaba al vaivén
de su desesperación reflejo de la historia donde había perdido la razón.
Afanosamente
escondio su corazón en su bolso de cacería y se sentó como siempre a las 3 de la madrugada, hora del
mitote.
Se abrió el cielo
noctambulo, con sus estrellas apagándose.La grieta se ensanchaba dejando ver
humildes, voluptuosas y femeninas sombras.
Escapaban del mictlan, el aroma deseado, y la justa edad de la violencia.
Hermosas flores negras,
eran sus piernas, niña adictivamente deliciosa como cuando deseamos algo que no
es ajeno, lejano.
La Cihuanahualli;
de jade, seducía hasta del más íntimo
de los cabellos, con esos grandes ojos negros, linces fieros.
Tenía
flechas tatuadas en el pecho, la nocturna,
provocando una mórbida curiosidad en el frivolidad de Itoch. Su mirada negra
luna; que él le regalaba, era solo el brillo reproducido de los luceros que hallaba
en cada explosión de su delicada anatomía.
El aparto sus manos
de la geografía; necias sus manos, buscaban tierra, jamás fue hallada. Era
ahora parte del universo y de cada línea delicada de su negro velo, tan suave
como la piel de su fantasmal encuentro.
I
-Esta es la danza
desinhibida-
-Icnocuícatl-
Aseguraba la
mujer antes dormida.
Había fuego en la
montaña del alma de Itoch, los matices eran purpúreos.
-Este recuerdo, esta
maldita narcosis-
Maldecía el
guerrero de la ausencia, sin notar siquiera
que la Cihuanahualli lo
requebraba con dulzura para asesinarlo en la alborada.
II
¡Eras tu Chilmetztli itoch
Eras tú!
¡Adivino de lo
pasado!,
¡Señor de lo
pasado!
¡Conejo de la
luna roja!
¿Te gustaría
devorarme?
Preguntaba la
oscuridad…
Hombre perdido,
necio maldito. Acércate al lecho de mis brazos, yo te daré alivio en el calor
de mis senos de buganvilias.
Ven; adéntrate en
mis dunas
Ven; merodea entre
mi cuerpo.
El, desarmado,se
entregaba esclav. Recorrió sin dudarlo
cada espina clavada en la joven amada. Sumiso de todos esos pliegues, de las
curiosas caricias que se guían por brujería, en cuerpos celestes e inciertos,
al final todo era un sueño de muerte.
Dulce piel, él se
decía, como durazno en su mente repetía, en esa melodía de los besos, pero de amarga
semilla.
Se inclinó ante
ella, mientras flotaba su esencia, armonía, ya no existía la noche negra.
La poseyó como
eclipse atacando su presa. Radiantes cuerpos celestes, rudos, necios de placer.
Ahogando su
pasión en la paradoja de las coincidencias.
Debió despertarse,
pero esa esquizofrenia lo deleitaba. Si el armonioso, vive, muere el profeta.
III
¡Dame paz señor, Oh
señor Yahualli!
¡Átame! ¡Porque
ella me hace sangre!
-Realmente se lo bebía
desde la herida-
El sol a lo lejos
mostraba en el horizonte su cara más zagal.
No pudo despertar,
había sido envenenado por sus eróticas decisiones.
Sus ojos buscaban paz en su nuevo espacio. Jamás
escapara, será por siempre olvidado,
Con su último
aliento vociferaba:
Xochitlalpan, Tetonalli, Mictlantli
Xochitlalpan, Tetonalli,
Mictlantli
El gallo fulmino
el alba, había sido derrotado en la batalla.
·Autor: Tochtli Lapin
Jorge Reyes unos de los mejores exponentes de la Etnofusion. (muisca preshipanica)